Ahogada, en el naufragio de mí llanto, se escuchaba el eco de una voz que me decía: ahora, tú te has ido. Lleve mis manos al rostro pálido, amargo y con textura demacrada, sujete el ramo de flores a una liga de terciopelo rojo, recordé el color de tu cabello, el aroma de las tardes enredadas en el rebelde, el consuelo de los labios carmesí que navegaban por mi cuerpo buscando una respuesta que quizá nunca fue encontrada, El final de las palabras que se perdieron en una carta marcando la fecha de despedida, la aurora de mi derrota. Mis pies caminaron rezagados, perdí la noción de los sueños, del amor, de la felicidad que marcabas en mi rostro con tu sola presencia, de los conceptos, de la vida. Ahora mi mundo destilaba el sabor de la nada, me acosté sobre no sé qué y fije mi vista en el vacío, después, morí.
martes, 2 de noviembre de 2010
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