El viento que llevó las horas mojadas y las cenizas de un porro que alivio el luto de nuestra alma

El viento que llevó las horas mojadas y las cenizas de un porro que alivio el luto de nuestra alma
lizzi martinez

domingo, 23 de mayo de 2010

por el bulevar de los sueños perdidos

El invierno empezaba a asomarse; dejando aquellas tardes cálidas de otoño en recuerdos inolvidables que guardaba en el baúl de su cabeza. Francisco era un hombre muy solo, se hacía compañía con el frio y el misterio que tornaba entre sus cuatro paredes pálidas sin vida, sin magia, con ilusiones perdidas; el intento de amar lo había destruido frustrándolo bajo el control del alcohol y la nicotina que diariamente consumía. Perdido en la cotidianidad de sus días, asistía a un bulevar todos los martes en las noches, se tomaba unas copas de licor y luego buscaba a Ana, la prostituta de medio peso que lo había seducido y le regalaba placer a su cuerpo desde el primer momento en que francisco había pisado el bulevar de los sueños perdidos. Enamorado de Ana, sus días comenzaban a adquirir un color diferente, se imaginaba formando esa hermosa familia que le habían inculcado desde niño, en tomar fotografías para los recuerdos inolvidables, salir de paseo al parque los domingos con la familia y llevar al perro todas las tardes a pasear, llegar a casa y encontrar a su querida esposa preparándole la cena, y los niños estudiando para un buen futuro. Tantos estereotipos abrumadores que el odiaba pero que se convertían en necesidades al amar a Ana. Poco después esos pensamientos se perdieron, la prostituta se había cansado de los absurdos sueños de francisco, abandonándolo después de haberlo ilusionado con promesas que pronto se convertirían en mentiras, pues sus ávidos deseos eran imprescindibles, el dinero tenía un precio más especial para ella que el amor y el futuro que francisco quería ofrecerle. Pero para la desgracia de Ana francisco era un ser rencoroso, un psicópata, un hombre vengativo con delirios de asesino y hasta un hombre fugitivo.

Era un martes 13, en el que la gente parecía ser de plástico, se movía con disimulo y más sigilosa de lo normal, una fecha que a muchos creyentes angustiaba especialmente a francisco. Aquel día era perfecto para su venganza lo había planeado todo desde el día en que fue abandonado. Esa mañana de martes 13 citó a la prostituta por una hora de urgencia a su casa, solo necesitaba calmar sus ansias sexuales antes de salir al trabajo como todos los días, quería transformar la fecha en la peor tragedia de la prostituta, que había, no solo robado su corazón juntos con sus ideales, sino también su alma. Francisco pensaba que el amor era más importante que el rencor, y por eso matar era más fácil que amar. De pronto, sonó la puerta, un golpe abrupto lo dejo casi sin pálpito, se levanto, y dirigió sus pasos tambaleantes por el camino, con las manos sudorosas y nerviosas, giro la perilla levemente, era ella. Estaba más hermosa que nunca, su cabello estaba más corto, había cambiado su look, su rostro se ocultaba bajo la máscara pintada que cubría sus expresiones falsas, llevaba aquella minifalda roja que el tanto añoraba los martes en la noche cuando la buscaba; entonces la invito a pasar, le pidió que se sentara en el sillón de cuero blanco que tanto odiaba; - su madre se lo había regalado el día de su cumpleaños-. Sirvió dos copas de vino y se sentó junto a ella, la tomo por el brazo y recorrió sutilmente hasta llegar a su rostro, la beso mientras palpaba sus piernas, la prostituta como de costumbre y buen labor, quiso tomar el control, se subió encima y empezó a consentirlo, pero francisco sabia, que fácilmente podía perderse bajo el dominio de la hermosa mujer, que pronto, todos sus planes serían innecesarios, así que quiso levantarse y terminar pronto con el melodrama, pero fue inútil, la mujer podía dominar hasta el punto más sólido de su cuerpo, podía jugar con sus emociones y persuadirlo con facilidad sin necesidad de decirle una sola palabra, ella era perfecta, una maquina sexual salvaje, que podría culminar totalmente con todos sus deseos más horripilantes y rencorosos hacia ella, en solo un instante, en una cita de medico de una hora, en un ida y vuelta, ella podía tomarlo y apoderarse de él en cuerpo y alma. De repente pasaron mil fotogramas por su cabeza, recordó aquella noche en aquel bulevar donde sus sueños se habían perdido, y con la desesperanza entre sus manos, indignado tuvo que marcharse, siguiendo el ordinario hilo que memorizaba con tristeza hacia su casa. Entonces recobro todas sus fuerzas, forcejeo con sus propios deseos carnales y levanto de un golpe atroz a la mujer; petrificada, tirada en el suelo, anonadada de lo que acababa de suceder, perdió la noción de sus encantos. Francisco la miro con desdén y se acerco tomándola por el brazo, se inclino hacia ella buscando su oído y le murmuro:

- un sabor temprano de la muerte, no es necesariamente una mala cosa

La prostituta no tuvo tiempo ni siquiera de pensar, cuando Francisco buscaba entre la pantorrilla y el zapato, un cuchillo, que llevaba escondido. Levanto el brazo mientras la mujer atemorizada cubría su rostro, apunto hacia ella y clavando el cuchillo en su frio corazón, la asesino. FIN.

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