El viento que llevó las horas mojadas y las cenizas de un porro que alivio el luto de nuestra alma

El viento que llevó las horas mojadas y las cenizas de un porro que alivio el luto de nuestra alma
lizzi martinez

sábado, 27 de junio de 2009

sin voz



Es muy cierto si digo que si la luna cambiará de colores, existirían mas poetas en el mundo.


Es muy cierto si te digo que uno mas uno es igual a dos, pero no es igual que dos.


Es muy cierto si te digo que día a día mis tinteros están borrachos de escribir; también es cierto que nunca te debes olvidar de reír porque el día que no sonrías será un día perdido.


Es cierto si te digo que mis manos están cansadas de hablar, pero es cierto que nunca se cansarán de decirte cuanto te quiero.


Es cierto que soñé aquella tarde mientras devoraba un porro y me alcoholizaba con café; desaforando las pocas palabras de mi fracasado vocabulario y consolándome con las frases sin sentido que llenan mi vacio corazón. Pensando en vos, me cobijo por el silencio de las palabras que no existen, de las sombras que son invisibles al hablar; acompañada de una película de los 60 y unas cuantas gotas de tu existencialista voz.


Me basta el solo ver el tejido que formas con tus pies a mi lado cuando camino sin dirección, sin sentido, sin luz, sin placer alguno, sin objetivos, sin metas, sin sueños, sin ninguna mierda.


Me gusta cuando escribes y tratas de armar frases que se quedan en la incertidumbre y menos allá del entendimiento que es achantado por la ignorancia del ser.


El irrevocable sentimiento que es necesario al pronunciar una palabra que es rechazada sin ser rechazada; pero logro escucharte, solo cuando tu voz es tan suave y tan liviana que es frágil al entrar, no por mi oídos, sino por mis ojos que se agotan de mirar.



lunes, 1 de junio de 2009

Misterio de una sombra


Fue triste, verte allí sentada tocando aquella armónica que te acompañaba noches tras noches, sin cesar de delirio, ella te arrullaba con liricas que aún no superaban su muerte. Un café, un porro y siete besos, fueron la despedida de un no adiós.
Allí guardaba a la orilla de la chimenea, una sombra oscura, solitaria, a veces me parecía escuchar cuando lloraba, y casi siempre oía su silencio entumecido. Le dejaba agua en una cazuela de plástico, pero ella no Salía. Asustada a veces, la veía recorrer la sala en puntitas, ella bailaba en compañía de su tristeza y el abandono que marco su solitaria vida; Aún no entendía que más ruido que su soledad, no podía hacer. Había quedado sola, sin dueño, sin un maestro que le enseñara a caminar, a jugar, a soñar, a ir mas allá de los pasos que tejiera con los pies, a sentir, a pesar de que sus sentidos estuvieran dormidos.
En las noches cuando su amo dormía, el se sentaba en la ventana y trataba de imaginar las caricias, los sabores, las gotas que caían de aquel lugar extraño que no podía ver mas allá que una capa azul y en las noches negra. Se imaginaba lo que sentía su amo al palpar el cuerpo de una mujer desnuda, cuando la besaba, y ese extraño sentimiento irrevocable que lo amarraba a ella.
Abril termino y el otoño fue llegando levemente sin que el lo notara, las hojas se acumulaban en el jardín, nadie quería salir a recogerlas, ni siquiera la mujer que tocaba horas tras horas la armónica, y la sombra que no sentía nada, que había quedado amargada pagando una condena ajena que no le correspondía; pobre sombra, encerrada en un sistema ilegal para ella, sin esperanza alguna, sin un final. Tan solo le quedaba esperar que algún día aquella tortura sin fin, se terminará.