Tengo una muñeca, descocida de par en par, a veces congelada, a veces con fuego.
Baila, se mueve, camina, se sienta en el diván y prende un cigarrillo con una copa de té en la mano.
Respira, suspira, y un velo de alquitrán se desvanece entre sus ardientes llamas psicodélicas.
Camina entre fuego, se resbala en el hielo.
Camina entre fuego, se resbala en el hielo.
Teje un poco su sombra a sus agujetas verdes para que no escape, se acurruca en el armario entre un sombrero y un payaso.
Ella cansada, con el sueño en los ojos ojerosos, se duerme, congelando su sombra, atándola a su alma.
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